Seguimos caminando entre dos
mundos, uno que se disuelve, otro que se instala…
Desde que terminamos de cruzar la
Via Lactea según las profecías mayas, las más conectadas a los eventos de
cambios energéticos de eras terrestres, el tiempo ha estado “detenido” en el
alma de los humanos que han iniciado su ascensión. Ese aparente detenimiento ha
sido una forma de recalibrar los acelerados tiempos de evolución del alma colectiva
e individual con una mirada más profunda y centrada en el individuo y la relación
con su entorno familiar y local para ganar mayor conciencia de sí mismo. A
partir de ese trabajo interior de los seres conscientes de su camino hacia la
luz de la era dorada que se acerca, podemos ya vislumbrar de qué se
trata todo este devenir desde el 2012 en adelante.
¡Y si coincidimos en lo que voy a
expresar es porque realmente estamos conectados al proceso que describo ya que
gracias a esa mirada interior que hemos ganado en estos años, podemos
compartir y apoyarnos unos a otros, sembradores de luz de estos tiempos!
Lo primero que salta a la vista
es la magnitud del antagonismo entre las fuerzas oscuras y las luminosas. Lo
que revierte en la dislocación de un mundo que cae por su propio peso. Diría
que lo que llamamos corrupción es lo más generalizado en el planeta y señala la
oposición entre la verdad y la mentira, el engaño y la falsedad del
comportamiento de muchos siervos del sistema económico mundial que sume a los
humanos que se sirven de él en un estado de angustia perpetua por llenar sus
requisitos disfrazados de bienestar.
De allí, estriban las nacientes y
en muchas partes ya, consolidadas redes de apoyo de un estilo de vida sano y
respetuoso con el medio natural y con la salud individual. Un estilo de vida
que se difunde gracias a la enfermedad que produce el sistema en que habitamos.
Un estilo de vida que recupera las relaciones solidarias con los demás y con la
naturaleza. Un estilo de vida que tarde o temprano nos empodera para ser
conscientes de que cada cual tiene la facultad de crear la vida que merece su
ser más profundo, su esencia divina encarnada, que es tanto su intención como
su verdadera misión, y le permite trascender su pequeño mundo personal proyectándolo hacia la conciencia de unidad. Hacia aquello en lo que debe
consagrar su energía si de verdad queremos un mundo más justo, más libre y más
amoroso.
Vamos dándonos cuenta de que la
vida tiene su sabiduría y de que solo por el hecho de permanecer alertas
podemos entender lo que nos pasa o al menos aceptarlo, confiando en que allí
hay una enseñanza que se irá develando. El asombro surge cada vez que reconectamos
con la verdad de que la vida tiene un propósito y no es algo al azar. Estamos
donde tenemos que estar; hacemos lo que nos toca hacer. A medida que tomamos responsabilidad de lo
que vivimos aprendemos a soltar lo que no nos sirve. Y así el viejo mundo va desapareciendo, dando
paso a uno nuevo como posibilidad de sembrar la luz y la verdad porque ha
llegado el tiempo de que esto suceda. Un tiempo anticipado en las diversas
profecías que tienen en común una base astronómica: la precesión de los
equinoccios. La red planetaria está siendo activada por los seres de luz,
maestros ascendidos del planeta, vectores de otros mundos como las Pléyades,
ancianos estelares que nos hablan. Los códigos de luz engendrados en los
albores de la humanidad se disparan y las almas que los reciben son los nuevos
humanos que elegimos despertar en esta conciencia crística. Con intuición y
sabiduría participamos individual y colectivamente en esta ascensión planetaria
haciendo reunión, ritual, oración y meditación.
Todo está en su lugar para apoyar
este cambio de era. Pronto este trabajo dejará de ser arduo e implicará menos
sacrificios y mayor placer. Se hará de manera natural. Hemos trabajado por
tanto tiempo ya domesticando nuestro ego y mucho tiempo atrás conectados a la
Fuente de todo lo que existe! Por eso ahora será cada vez más sencillo:
despertar es recordar! Y es asi como la luz solar a nuestros ojos aparece
renovada, como las fases de la luna retoman su protagonismo y los eclipses,
notoriedad. Celebramos los cambios cósmicos porque en ellos leemos el
significado del verdadero tiempo: la verdad del tiempo yace en recuperar el
ritmo biológico, el movimiento natural de nuestro entorno.
Esta activación o actividad
divina es femenina porque es lo que permite que haya nacimiento y creación: la
mujer pare los humanos, la Gran Madre pare los mundos. Y así mismo perdona las
creaciones erradas. Toda madre puede sentirse absuelta de sus engendros, de sus
falencias: la responsabilidad es también de los hijos, de los caminos que eligen
como almas que saben cuál es el sentido de este tiempo al que han venido.
Este nuevo tiempo va llegando
como un susurro. Estamos en medio del ojo del huracán observando cómo se
desenvuelve la espiral acelerada de la dualidad, el conflicto a nuestro
alrededor. Pero ya no hacemos parte de él. Ya podemos constatar su invalidez,
su sin sentido. Seguirá disolviéndose y algunos permanecerán forcejeando, sin
embargo, se irá yendo suavemente y la energía se distribuirá de nuevo en luz y
en verdad.
Entramos en un mundo desconocido,
quizás olvidado, para el cual estaremos siendo guiados. De allí, la confianza y
la fe requeridas para cruzar los puentes de arco iris que se vislumbran y se
tienden y estiran a nuestro paso. De manera sutil, vamos dando los pasos a
medida que soltamos con mayor facilidad el peso ilusorio del pasado.
Este mundo que creamos a
conciencia es un mundo de respeto, verdad, honor, luz, amor, armonía, paz,
abundancia e integridad! Acompañados por nuestro ser superior, nuestro guías y
maestros, ángeles y ancestros, cada vez más complementados gracias a las
intenciones puras con las que nos vamos identificando.
El nuevo programa se va
instalando en la memoria colectiva de muchos, en unos más consciente que en
otros, en cada uno a su tiempo.
Es tiempo de compartir con almas
afines para sentir el soporte y el afecto de la nueva hermandad planetaria.
Inspirada por Aluna Joy Yaxkin
Cristina Cuevas-Mohr *Gayara, el
Aguila Renaciente
Enero 25 de 2019 D.C.