“Os deseo un año 2025, agitado, disruptivo donde os van a cambiar las ideas radicalmente, finalmente es una cuestión personal , si uno se abre y aprende a extraer de la vida lo mejor de lo peor, muchas veces lo peor es lo que tiene uno y tiene que trabajar con eso, el ser humano tiene un poder creativo increíble, los países más desarrollados son los que no tienen recursos propios pero tienen los mayores niveles de vida, el único recurso que tenemos es el humano, nuestro recurso es acuariano, es el individuo y debemos ocuparnos en crear amistades, redes, en acabar con jerarquías y estructuras innecesarias y confiar en la sabiduría de la red, invertir en sabiduría humana, en valores acuarianos”. José Millán
In
an increasingly fractured and polarized society, we need to reach deep inside
to find what gives our lives meaning. Simone Butler
¡Estamos de cara a la necesidad de nuevos paradigmas para operar la realidad! Se ha venido gestando en el cambio de siglo y más aún desde la pandemia y de manera generalizada, como una verdad que se repite y que este año, después de presenciar el riesgo de extinción en una posible guerra mundial, la reflexión apunta con mayor fuerza a esta verdad.
También hay otro antecedente vital a considerar y es el agotamiento de una existencia basada en la consecución material para el bienestar y la felicidad humana. La crisis espiritual es la otra cara de esa realidad y es evidente en la búsqueda de caminos alternativos a las religiones oficiales.
Desde la perspectiva de la misión y visión de este blog, quiero aproximarme de la mano de la astrología a darle un vistazo a este nuevo año porque se considera un año bisagra, un umbral a cambios necesarios que la vida como un todo exige, desde la naturaleza del planeta como desde la conciencia humana que hoy reconocemos como conectadas en esa acepción de Gaia.
Cada vez más nuestra atención está
siendo marcada por la mirada transpersonal, aquella que toma en cuenta la
dimensión de los acontecimientos afuera de nuestra vida personal sea porque nos
sentimos ya predeterminados por el acontecer climático, económico y político o
porque realmente estamos inscritos en esa conciencia global, resultado de
cambios reales que nos afectan en nuestro mundo personal y familiar.
La historia mundial nos ha ido inscribiendo en esos procesos de cambio como grupo social, más allá del entorno familiar que configuraba nuestra existencia en comunidad y en un siglo, desde la revolución industrial a la tecnológica, nos hemos ido identificando con aspectos sociales más complejos que los de nación o religión que nos determinaron en el pasado. Aunque éstos aún mueven a las masas en su inconsciente colectivo, manipulado por poderes oscuros cada vez más expuestos y evidentes en sus intereses, los seres humanos han encontrado identificación con variedad de grupos afines, profesionales e interdisciplinarios, de igualdad o diversidad de género, de culturas alternativas, de caminos espirituales diferentes a los de su propia tradición, tribus que reúnen gustos y tendencias, intereses específicos que llevan al individuo a expandir su círculo de lo personal a lo social.
La participación ciudadana es mayor gracias a las comunicaciones que crean estos puentes y alimentan la existencia de esta diversidad de nichos, de narrativas, en una palabra, de expresión. La conciencia colectiva se ha fortalecido para bien o mal de muchos. Pero es vital aprender a observar la realidad con una mirada científica que nos evite los prejuicios y juicios de valor para poder entenderla en su sentido y proyección.
Como humanos en proceso de transformación tenemos la capacidad de darnos cuenta, de ser conscientes (awareness en inglés). Gracias a la experiencia se produce conocimiento y gracias al conocimiento hay conciencia. Sin conciencia estamos sumidos en la ignorancia y abocados al sufrimiento, en el ciclo vicioso de placer y dolor. Cuando el ser humano comprende su condición de nacer, crecer y morir como un proceso de reconocimiento de su limitación, pero a la vez de oportunidad y crecimiento espiritual, entiende que la vida ha de ser aprovechada para fines que van más allá de obtener un refugio y un alimento, una seguridad básica. Gracias a la experiencia de las relaciones va a desarrollar una autoimagen y va a reconocer en el otro, la sombra que debe superar para elevar así la conciencia de sí mismo y, por ende, la del otro, la del mundo. Porque es en base a las relaciones entre seres vivientes que nos desarrollamos como especie y como personas.
Este nuevo siglo que se acerca
ya a un tercio de su tiempo nos ha inscrito en un paradigma que supera el nivel
de la tercera dimensión de conciencia. Las dimensiones existen en un universo
transpersonal, en un universo global, en un universo que trasciende la
linealidad del tiempo y la ley de causa-efecto. Con el descubrimiento de la
física cuántica, la mente humana actual entiende su poder de alterar la
realidad con su capacidad creativa, su capacidad de resiliencia, su poder de autogestión,
con el hecho mismo de ser consciente. Gracias a ese fortalecimiento de valores
individuales, entendemos mejor la importancia de la tolerancia, el respeto y
aquellos derechos humanos que precedieron las guerras mundiales y que aún no han
podido integrarse al status quo porque la lucha de poder por mantener los
privilegios económicos de las élites versus los derechos de la mayoría continúa
y desafía la conciencia global. Sin embargo, ya existe una idiosincrasia liberada
de dogmas y creencias impuestas, la rebeldía ante la injusticia y la hipocresía
hace parte de la conciencia humana y el camino del medio, la búsqueda de una
balanza sigue removiendo los cimientos del edificio social.
El curso de la conciencia transpersonal viene gestándose gracias al desarrollo de la ciencia y a su encuentro con la psicología y la espiritualidad moderna. La dualidad se concibe mejor desde la polaridad donde los opuestos se complementan dando una visión más íntegra y completa. Algunos ejemplos como la complementación de los hemisferios cerebrales indica que la razón como la imaginación son necesarias para percibir y diseñar la realidad. La esfera física del ser humano no se concibe ya independiente de las esferas emocionales y mentales.
Como grupo social estamos aprendiendo a ser solidarios cuando estamos sometidos a variables climáticas que nos afectan a todos. La empatía es hoy en día una conducta imprescindible de la moral colectiva como lo es la compasión gracias a la sensibilización por los seres vivientes diferentes a nosotros, por su extinción, por el maltrato del que son objeto, y por nuestros mismos congéneres cuyo sufrimiento no puede pasar inadvertido. Estamos expuestos a todo tipo de hechos informativos que nos exigen tomar partido, aunque también es cierto que el escepticismo y la apatía responden como mecanismos de defensa de nuestra subjetividad.
Pero nuestra capacidad de acción está atenida a nuestro ser como persona y más aún, a nuestro ser como Ser, como alma, como germen de un entramado mayor que llamamos Creación. Por ello hoy en día, el discurso existencial está más enfocado en las analogías, en apreciaciones comparativas para puntualizar lo que nos es común a todos, independiente de las diferencias de identidad social, del estrato económico, porque las experiencias terminan siendo las mismas y son concluyentes unánimemente porque hacen parte de nuestra condición humana. Es decir, son referentes de algo que nos es común, al individuo más que a la sociedad misma y sus instituciones, las cuales están y seguirán en crisis mientras el Ser evoluciona con el impulso de la energía transpersonal.
Los descubrimientos astronómicos han ampliado la conciencia del humano a una conciencia universal y galáctica, para comprender una historia y un presente común, un tiempo donde el futuro solo puede determinarse por las acciones en pos de la vida, porque el planeta como la naturaleza es en sí, transpersonal.
Así es como los planetas que acompañan
al nuestro en este sistema solar que coexiste con otros en una galaxia
bautizada la Vía Láctea (como la vemos desde la Tierra), han ido develando su
juego, su participación en nuestra mente superior para configurar una mayor expansión
de nuestro reconocimiento sobre quienes somos como especie.
En mi blog anterior afirmaba:
“Cuando la conciencia humana
reconoce la existencia de otros planetas en este sistema solar en el que nos
hallamos, Urano, Neptuno y Plutón, es cuando vamos a profundizar en una visión
que deja de ser local para hacerse universal. Son los llamados planetas
transpersonales (en oposición a los personales ya mencionados)
descubiertos en los siglos XVIII y XIX.”
“Nuestro microcosmos se asemeja al macrocosmos con nuevos desafíos físicos y psíquicos que como individuos nos involucran en una conciencia colectiva por los determinismos propios de coexistir en un mismo espacio/tiempo”.
Astrológicamente, la conjunción de los planetas Júpiter y Saturno (los llamados cronocratores de la humanidad) en el signo de Acuario en diciembre de 2020 marca el fin de una era de 200 años influenciada por el eje tierra-agua y el comienzo de una de aire-fuego de 200 años y con el ingreso de Plutón en Acuario en 2024 y Urano en Géminis en el 2025 (Acuario y Géminis, signos de aire), señala el cambio de foco de la fuente de valor, lo material (los bienes) a lo espiritual, los valores humanos, la comunidad (1*). El año próximo será un año bisagra ya que para el 2026, Neptuno y Saturno ya estarán en Aries (fuego cardinal) y junto a Plutón en Acuario (20 años) y Urano en Géminis (7 años) serán protagonistas de este universo transpersonal.
Acuario y Leo, son signos opuestos y complementarios:
Acuario es el individuo que se ofrece a los
demás y es tolerante y respetuoso por naturaleza; Leo, un signo que exalta el
individuo, símbolo solar de la fuerza de voluntad, la vitalidad, la iniciativa.
La tensión entre estas dos naturalezas individuales va a estar determinada en
la influencia de un planeta como Plutón que en su paso de 20 años por Acuario estimulará
nuestra naturaleza acuariana y nos permitirá participar de la danza transpersonal
tan necesaria después de haber estado en Capricornio y removido las estructuras
obsoletas para dar paso a la construcción de un yo más solidario y comprometido
con sus hermanos.
Neptuno y Saturno al estar en Aries darán impulso a su naturaleza: Neptuno nos habla de disolvernos en el océano cósmico de lo místico, invitándonos a reivindicar con acciones (sacrificios) los valores de comunión, compasión e imaginación, las drogas psicodélicas para la autotransformación son ejemplo de su influjo y Saturno le dará vida nueva a lo que plantean Neptuno y Plutón, nos hará estructurar y concretar las energías de renovación, que de no hacerlo, nos excluirá del nuevo orden pues Saturno es la hoz que nos permite cortar con lo que ya no es funcional.
En un sentido tenemos ante nosotros la conciencia de que, así como vamos, no es posible continuar. La vida a través de las configuraciones astrológicas no solo de occidente sino también desde otras cosmovisiones como la China cuyo nuevo año estará simbolizado por la serpiente, señalan los desafíos. Pero solo el ser humano en su discernimiento sabe ya lo que el universo nos está indicando. Es en nuestra relación abierta y atenta como las múltiples posibilidades aparecen. La realidad es la que creamos en conjunto, en conexión, en el flujo que la vida nos indica, integrando las experiencias y dándoles sentido, disponibles a las incertidumbres porque ya las certezas del pasado (patriarcado, ocupación, abuso, manipulación, extracción, explotación) dejaron de ser útiles para el sistema.
Los planetas exteriores (Urano, Neptuno y Plutón) (2*) representan profundas fuentes de cambio y pueden ser considerados energías o planetas «transformadores». Se les equipara a los cuatro jinetes del apocalipsis (Saturno y Neptuno, Urano y Plutón) porque son tiempos apocalípticos, ¡de cambio y transformación! (3*)
A partir de allí, estas
influencias astrales que con los planetas transpersonales son más extensas, nos
conducirán a un tiempo nuevo, un tiempo de apertura, una serendipia facilitada
por una conciencia individual que se opone a su condición social determinada
por la energía de estructuras viejas, inoperantes y decadentes como son la familia
convencional, la sociedad de clases, el gobierno democrático no participativo,
la empresa jerárquica, las industrias extractivas, las instituciones
religiosas, lo que hoy nos ha llevado a una crisis de sostenibilidad social y ambiental
general. La nueva era simbolizada por Plutón
en Acuario por ser el planeta de crisis-muerte y transformación- y Acuario, el
signo del individuo generoso, irreverente y revolucionario nos trae la
posibilidad de nuevas estructuras colectivas más horizontales y abiertas, la
cultura de la red, de la contribución, modelos de gobierno más abiertos y
colaborativos. El sentido de identidad seguirá su dinámica ya existente: desidentificación
con modelos anacrónicos e identidad con proyección individual.
“Nuestra conciencia cada vez más
global y universal nos da la posibilidad de reconocer nuestra potencialidad
humana desde el ser individual que puede cocrear su vida personal en armonía
con la vida de los otros, el mundo restante y de allí emerge su conciencia de
unidad, de hacer parte de un Todo, cuando se da cuenta de que sus actos pueden
producir efectos tanto adversos como positivos para esa totalidad de la que
hace parte” (ver Blog anterior).
“Arribamos así en una era que trae
a gran velocidad, imperiosos cambios que implican resiliencia, empatía y
crecimiento personal para poder responder a los desafíos como especie” (ver
Blog anterior).
Los planetas transpersonales demandan abandono del interés personal a cambio de una visión global y universal que nos permita liberarnos de las cargas del karma familiar y social y enfocarnos en el karma personal, el único del que podemos hacernos cargo.
Por ello, nuestra tarea en estos
tiempos venideros es permitirnos manifestar nuestra individualidad no desde el
ego sino desde el ser que todos somos en esencia y que nos hace una humanidad,
un colectivo, un universo transpersonal.
Blog Citado:
https://mensajesdetoronjil.blogspot.com/2024/09/conciencia-individual-conciencia.html
(1*) Los signos de aire se relacionan con la mente, la percepción, la expresión, asociadas a la interacción personal y los signos de fuego muestran el principio vital, cálido, radiante y activo que puede manifestarse como entusiasmo, fe, estimulo y un fuerte impulso a la manifestación del yo.
(2*) Aspecto astrológico conocido como el pequeño gran trígono de estos planetas por 7 años.
(3*) El énfasis elemental que revelan
los planetas exteriores durante un período de varios años tiene su principal
interés a la hora de iluminar las diferencias generacionales y los cambios
sutiles en la psicología de masas del mundo entero (Manual de Interpretación de
la Carta Natal de Stephen Arroyo)