domingo, 21 de septiembre de 2014

Definiendo el tiempo del Ego, el Alma y el Ser



Cada día con el amanecer del sol, la vida en la tierra se reviste de un atributo de la energía que los Mayas identificaron en un abanico de tonalidades que comprende la totalidad de la expresión posible de la energía celeste y terrestre que nos afecta.

Cada día es un nuevo día que en la escalera del tiempo dimensional, el que se ordena en un plano galáctico, nos remite a influencias que determinan nuestros comportamientos y relaciones con el entorno.

Sin embargo, condicionados como estamos a reglas éticas que provienen de una cultura humana que codifica lo que cree es del orden divino, no logramos ver el complejo entramado de energías que se mueven a nuestro rededor. Estamos fijados a los días de la semana, a los meses y a los años adjudicándoles fechas personales y grupales que enmarcan nuestro hacer.

Esos tiempos que son del Ego personal y colectivo no están referidos al alma y menos al ser.

Para el ego funcionan las agendas del poder hacer esto o aquello, cumplir objetivos, saldar cosas pendientes, cumplir con los compromisos. El ego es el director de nuestro cotidiano y al que le prestamos más atención porque la vida moderna gira alrededor de lo material y el ego está abocado a proveerse de todo aquello que le da sentido: poseer y consumir, producir y repartir. El ego es interdependiente y precisa del apego para definir su esfera de influencia y de acción.

Para el alma, la agenda es de varias vidas pasadas en las que también hay cuentas de cobro, facturas pendientes, situaciones sin resolver. Los ojos del alma son el corazón que nos recuerda a través de las relaciones que tenemos, cuáles son esas situaciones que nos desafían y las cuales solo podemos enfrentar con amor para amortiguar el peso que traen ya que cada alma es responsable de si misma y no puede pretender esperar que sea la otra quien resuelva. El alma está más abierta a la comprensión, a la compasión, y es más permeable a un sentimiento de unidad a diferencia del ego quien requiere dividir y separar para proyectarse.

El Ser sin embargo, es ajeno a todo esto. Para el ser no hay influencias ni derroteros. El ser es, no está. Por ende, para el ser no existe el tiempo, la historia, la causalidad. El Ser es lo más cercano al concepto de Dios porque para el ser no hay el juicio, algo tan determinante para el ego. El ser existe para corroborar la existencia del espíritu, del reino divino de donde procedemos y al que regresamos en el camino espiritual emprendido por el alma que escoge un vestido-el ego- para realizar sus aprendizajes en el teatro de la vida.

El humano se desenvuelve en esas esferas, la mayoría determinado por su ego, empujado inconscientemente por su alma y dormido al conocimiento de su ser.

Cuando el humano se enmarca en el eje del tiempo se hace consciente de los procesos. De las edades del mundo material, de los resultados y consecuencias de sus acciones, de los ciclos de los eventos cósmicos. El tiempo es un factor que genera un despertar frente a lo mutable y lo inmutable, el tiempo denota el cambio. Y el cambio es determinante para el aprendizaje y la evolución.

Para el ego y el alma son importantes las fechas del calendario. A un nivel personal y social o a un nivel planetario y del universo local como es el de nuestro sistema solar. El ego es ese sol alrededor del cual gira el mundo. El sol es el centro de nuestro universo local y el centro galáctico es el sol de nuestro sistema de planetas. Cada ser humano juega un papel en ese escenario. Si aprendemos a leer las energías que nos conforman, si utilizamos la ciencia producto de la pasión del humano por conocerse y aprender, podemos darle significado al hecho de estar aquí y entender el propósito de ser la persona y el alma que somos.

La Humanidad ha diseñado varias formas de entender esos procesos del tiempo terrestre, del sistema solar y del sistema galáctico y cómo nos afectan. Herramientas útiles que podemos aplicar a nuestra vida personal como guía en este peregrinaje del Ser como alma y persona como son la Astrología, el Calendario Maya y el I Ching. En la antigüedad siempre se le dio una explicación al equinoccio y al solsticio, al devenir de cada estación, a los eclipses y las fases lunares. Movimientos que marcaban la relación de la tierra con el Sol y con su Luna, astros determinantes en su influencia energética.

Hoy en día necesitamos conectarnos a esas fechas cósmicas para alinearnos con los cambios que desde el corazón galáctico están determinando el tiempo del humano en la Tierra. La era de Acuario es el despertar de un nuevo tiempo, de un ciclo de luz al que vamos dirigidos como planeta de allí que podamos dar constancia de una conciencia gradual, global y unitaria. 

Como reflejo de la ignorancia, la desconexión y la alimentación de entidades negativas a las que hemos estado sometidos por el crecimiento del ego humano desfavoreciendo  los propósitos del alma y del ser, la oscuridad se va diluyendo y va mostrando su verdadera cara despojándose de máscaras. Y así mismo la luz va poseyendo los espacios donde sembrar sus semillas para que en varias generaciones podamos apreciar el devenir del Nuevo Ser Humano.

Los años que hemos transcurrido después del 2012 de la mano de la conciencia de la energía que se devela en sus códigos de luz galáctica, son cualitativamente diferentes de los anteriores. Lo veo en las personas y en las relaciones que me rodean; lo veo en mi misma. Afrontada a situaciones impactantes, la respuesta ya no es la misma, en el camino he ido reconociendo ciclos mayores y fundamentales en el lapso de una vida de 60 años transcurridos. Me correspondió la época de las revoluciones modernas como fue el hipismo, el socialismo y la nueva era. Tres etapas planetarias que han marcado el umbral a un nuevo tiempo. Todo lo que ocurre es señal de cambio y transformación. Por algo sentimos que el tiempo va más rápido! Exponencialmente es así. La velocidad del tiempo es la del planeta en su tiempo multidimensional. Y nosotros somos esa conciencia de planeta!

A nivel del alma y del ego del cual no es tan fácil sacudirse, he reconocido mi historia y mi razón de estar aquí. A nivel del Ser he aprendido que debo soltar todo aquello con lo que me identifico para que no siga determinándome.

Por eso me considero haciendo una maestría en el camino de la vida. Con la herramienta mayor que es la propia existencia reconocida en el karma personal-familiar y colectivo, a través del templo del ser que es este cuerpo físico-emocional-mental que me define, ando sin andar, me desplazo sin mover los pies, me elevo sin levantarme, me transporto sin necesitar otra cosa que estar atenta y observarme ser, para crecer en conciencia y fundirme en algún momento estelar con la conciencia cósmica donde vibraré como Ser con el Ser Supremo, la Fuente, el Gran Espíritu...Esa es mi reconocida y aceptada meta y único propósito de mi callada existencia.

Y confío que es también la tuya, hermano-hermana de este caminar en el reino del espíritu que lo cobija todo.

Equinoccio de Otoño, San Andrés Isla, Colombia






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