viernes, 6 de diciembre de 2013

EL MAESTRO EN LA CALLE

Caminando y repasando con Aida Labajos, SAI, un dia de octubre de 2013...

Después de haber comprendido que el maestro en  casa no es otro que la semilla divina que llevamos dentro, semilla que crece en conciencia para reconocer su divinidad y por ende, ir recuperando su maestría, nos asomamos al mundo sacando el primer retoño de la oscuridad de la tierra.
Ese tierno tallo, esa pequeña hoja que somos cuando niños, lleva el recuerdo de su origen y así como crece hacia afuera impulsada por el agua y el sol, crece hacia adentro por medio de sus raíces.
Y a medida que manifiesta su divinidad en sus ramas, flores y frutos, vuelve a crear  una semilla, que es la representación holográfica de su origen, recordándonos que somos  hijos de  Dios y que en nuestro viaje hacia el mundo, vamos también de viaje a casa.

Mientras crecemos, en un camino que se repite en diferentes vidas que creamos por la ley de atracción, vamos aprendiendo para recordar que todo lo que está afuera, está también adentro.
Sin embargo, hasta no entender esto, deambulamos por calles y avenidas de ese mundo ilusorio creado a nuestra medida, establecemos contacto con otras semillas que al igual que nosotros, recorren el universo y tejen relaciones en un entramado que llamamos linajes, familias, pueblos, razas, mundos, universos.
En este camino que hacemos y deshacemos, vamos elevando una conciencia que se remite cada vez más a una conciencia cósmica que nos alimenta a medida que creamos espacio interior y nos vamos acercando a verdades que van determinando elecciones de vida más y más conscientes.
Aparece el maestro modelo, ejemplar, el representante de la divinidad en la realidad que ocupamos. En una lectura, en un taller, en una visita, en un templo, en la naturaleza…
A medida que avanzamos en el camino espiritual, recibimos el soporte de la jerarquía espiritual que rige estos procesos de manifestación divina y nuestro andar se va haciendo menos sufrido y más pleno, más acompañado y menos solitario.
Las diferencias que establecimos en nuestro desarrollo para identificarnos se hacen cada vez menos determinantes y los juicios que derivamos en la comparación y el análisis de la mente inferior van reemplazándose por pensamientos neutros de reconocimiento y aceptación.
El mundo se va definiendo en su dualidad de manera más nítida y contrastante mientras que el corazón va tomando el protagonismo y nos proyecta hacia la unidad, la conjugación, el abrazo, la fusión.
Entonces nos damos cuenta que la única realidad que podemos transformar es la propia, la interna de la que somos eternamente responsables.
Es cuando aparece la experiencia del amor incondicional que sostiene la creación y manifestación del pensamiento de Dios, del Ideal divino hacia el cual nos dirigimos intuitivamente, conducidos por la vibración de la energía del Amor, verdadera fuerza creativa y sutil que permite la existencia de esta semilla que somos cada uno.

El maestro es la semilla en la experiencia asignada, en el tiempo definido, en el espacio o lugar que le  corresponde. La semilla que crece y se desarrolla para recordar que es semilla de maestro, hijo de Dios en la Tierra.

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