Creo que todo aquel que reflexione y escribe, ha dicho algo sobre esta situación
que no nos había tocado vivir en 100 años y en circunstancias históricas
distintas. Yo no soy la excepción. He querido manifestar mis pensamientos pero
me ha sido imposible hacerlo por más que me esforcé hasta que suspendí la
inquisición y opté por silenciarme.
Lo primero que presentí fue a la larga, acertado. Centrarme era el lugar ideal aunque fuerzas
opuestas me jalonaban en la mente. Desde el principio la opción fue sentarme a
diario al amanecer para aquietarla y conseguí hacer mi práctica de yoga
puntualmente hasta el dia de hoy.
Muchas ventanas se abrieron en estos meses.
La primera me susurraba el temor que todo el ambiente rezumaba pero me
sacudí a tiempo de esa pandemia de miedo que empezaba.
La siguiente trajo una sensación de desazón, de que las cosas no olían
bien, de que esto era sospechoso. Era una ventana con paisaje de niebla, con
voces de rabia que me llamaban de atrás, de tiempo pasados cuando mi rebeldía se
hizo tan consistente que me convertí en un ser marginal a la historia oficial,
a las costumbres sociales y me refugié en el hippismo y el marxismo hasta que
llegaron los vientos de la buena nueva o nueva era.
Esta nueva era que comenzó al finalizar la Era de Piscis y se conoce
como la Era de Acuario donde el individuo será el protagonista de su devenir
para concebirse como ser íntegro y libre con un nivel de conciencia superior al
que se tuvo en siglos pasados. Esa nueva era comienza a partir de las nociones
de la física cuántica, del fin del quinto sol maya en el 2012 para mencionar a
tan sabios maestros del tiempo. Era de alternativas para la búsqueda de
conocimiento interior a partir de la recuperación de sabidurías antiguas que se
hacen exotéricas; de la búsqueda de acercar la espiritualidad a la ciencia del
siglo XX para concebirnos como totalidad en el marco de una versión de la salud
integral en lo físico, emocional y mental que nos constituye. Una era que puede
durar un poco más de dos mil años y que marca el ciclo de la precesión de los equinoccios
de 26.000 años aproximadamente. Una era dorada donde tendremos la oportunidad
de salir de la oscuridad de la mitad de este ciclo en que le hemos dado la
espalda al centro de la galaxia y vamos como sistema solar de nuevo hacia él.
Era de oportunidades para despertar en conciencia, ese es el simbolismo del ser
acuariano.
Esta ventana siempre ha estado abierta desde que comenzó mi camino
espiritual consciente y nunca he dejado de asomarme a ella, porque contrario a
las otras, por ella entra una luz coherente con la manera en que he resuelto
las duras pruebas que la vida me ha puesto para superar.
Sin embargo, las señales que captaba mi conciencia no parecían explicar
la situación que vivíamos las naciones del planeta, al contrario, me sonaban
alejadas de las circunstancias, crudas y por tanto, reales a mi modo de ver. Por esa ventana escuché a los
conspiracionistas que al oponerse al sistema lo hacen como víctimas lo cual nos
mantiene bajo los condicionamientos del status quo. Los voceros de la espiritualidad
moderna se regocijaban al ver el sistema tambalear pero tampoco escuchaba de su
parte un razonamiento diferente al que siempre han expuesto, parecían
aprovechar la situación como políticos de sus teorías. Médicos alternativos
dando fórmulas, profesionales de la sicología hablando de las ventajas de la
crisis y los profesores de yoga explorando formas de llegar a sus seguidores y
de conseguir nuevos.
Otra ventana que hacía ruido era la de los administradores de la
pandemia; a ésta le he dejado de creer. Para los noticieros que la secundan
parece que no existen más aconteceres y los análisis de los periodistas y
pensadores de los medios masivos no logran procesar mayor cosa frente a la
saturación agobiante de la noticia oficial.
La ventana de los templos e iglesias de las religiones conocidas es una
que apenas atisbé cuando el Papa Francisco habló en la Semana Santa, uno de sus
miembros que logra seducirme con su verbo.
Del resto de voces ya sabía cuál sería el mensaje, su ventana de
oportunidad.
A medida que cerraba una y otra ventana, mi ventana interior se expandía
más…era lo esperado. Siempre dicen los
que apoyan la esperanza que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Cuando
un espacio queda vacío, algo más lo ocupa…es difícil permanecer en la vacuidad
a pesar de que se ha comprobado que el espacio está más vacío que lleno…! Será
nuestra necesidad de sentir que podemos controlarlo todo.
Ese vacío que proporciona el silencio me fue guiando hacia pensamientos
sobre la muerte. Finalmente es la muerte
a la que le tenemos miedo cuando una entidad como un virus amenaza la vida. La
lectura del Mapa del Alma sobre la sicología de Carl Jung me ayudo a
interiorizar la experiencia de existir y asi fui comprendiendo que la vida y la
muerte son la misma cosa, son el mismo ciclo del alma que al lograr hacer ese
proceso de individuación, consigue avanzar en el reconocimiento de que nuestra
persona es un closet de disfraces y nuestras sombras son las que nos enseñan lo
que no queremos ver. Y trascender ese ciclo de reencarnación es el fin de los
apegos que nos hacen sufrir.
En la cuarentena muchos han reorganizado su hábitat, han limpiado y
sacado lo que no les sirve y es asi como rescato uno de mis primeros libros*
que me hicieron despertar al sentido de la meditación en mis cuarenta años y
que hoy abre mi ventana actual. La que me impulsa a sentarme a escribir porque
me ayuda a entender por fin, el lugar que ocupo, el que me es más cómodo para
mirar el mundo sin perder mi centro, conservando la atención y el desapego
frente a lo que es la vida toda, aquí, ahora y siempre.
Porque siempre habrá opiniones y generalizaciones sobre la vida; contextos
sobre los cuales explicar el mundo como se cree, como se desea o como
quisiéramos que fuera. Pero el mundo es una realidad cambiante y dinámica como
la vida. Aprender a ver la vida tal como es, es liberador porque las emociones
que tanto condicionan se van haciendo pasajeras y los pensamientos entre menos
egocéntricos sean, sirven para funcionar en la vida tal como es y en entenderla
tal como sucede sin afectaciones que nos lleven a distorsionarla o
enmascararla.
Cuando aprendo a estar en la vida en su momento presente identificándome
con la experiencia desde el sentir, con aprehensión real desde los sentidos, se
facilita registrar lo que se vive a partir de la verdad de la sensación y con hábil
discernimiento y sutileza se logra pasar a la comprensión. La mirada interior es la ventana hacia el sí
mismo, ese que observa y está atento a lo que siente y piensa sin perder su
neutralidad. Puede ser que nos involucremos en una pauta aprendida y repetida,
que nos enganchemos en una emoción ya experimentada pero cada vez será por
menos tiempo. Para esto, el compromiso con la práctica es de vital importancia.
Porque la meditación no es un momento como el de la oración, no es un ejercicio
de concentración, tampoco es un esfuerzo por ser alguien mejor. La meditación
es la ventana interior. Es la pantalla donde desfilan los pensamientos que
observamos. Y los dejamos pasar. Si acaso nos reflejamos en ellos, nos detenemos
para escucharnos mejor, desde el vehículo del alma que es ese cuerpo que nos
habla, ese cuerpo/mente que somos todos donde llevamos las huellas de lo vivido
y experimentado, de quienes somos y vamos siendo.
La práctica tiene sus fases: al principio es duro y doloroso sacudirse
de los mecanismos de defensa para protegernos de nuestra propia verdad por
vivir en auto engaño. Aprendiendo a reconocernos cuando juzgamos es diferente a
cuando observamos las situaciones tal como son, sin apropiárnoslas. Aseveramos
desde el ego encaramado en su bagaje de saberes y nos falta sensibilidad para
situarnos en los pies del otro. Poco a
poco vamos siendo más específicos y logramos hilar más fino. Para ello, la
práctica ha de ser consciente y exige de la atención constante. Darnos cuenta
de nuestros pensamientos aprendiendo a clasificarlos puede tomar tiempo, pero
es la tarea ineludible del caminante espiritual.
Hoy la pandemia se ha constituido en un gran ejercicio de meditación con
la facilidad del confinamiento obligatorio. Cada ventana me ha hablado de mí
misma. Caer en cuenta de esto me ayuda a aceptar la realidad tal como llega. A
entender todavía más que todo pasa para que aprendamos a descubrirnos siendo,
viviendo, experimentando. Este es el propósito de vivir en esta escuela que
llamamos Tierra. Nuestra casa actual, con hermanos parecidos, viendo edades y
desarrollos comunes como humanos.
Esta ventana es por la cual elijo mirar: cuantas veces no me he sentado
frente a ella y aún sigo descubriendo nuevas visiones, nuevos paisajes? Mi voz, inspirada, me canta al oído los
sonidos del silencio que hasta ahora puedo escuchar con la claridad del medio
dia de esta isla tropical.
*Con Charlotte Joko Beck, La Vida tal como Es, Enseñanzas del Zen
Gracias por compartir, leyendo tu experiencia me veo y también me aclaro, paz y luz!
ResponderBorrarQuerida Cris, tus ventanas me son familiares, algunas mas que otras, yo no tengo la facilidad de escribir y expresar tan bien como tu, pero quiero decirte que leer tu blog esta mañana me ha confirmado que a los que hemos meditado durante este tiempo nos ha llegado el mismo mensaje. Solo espero que seamos lo suficientemente concientes para disfrutar lo que se nos viene y que seamos los suficientes para que se sienta en el mundo nuestra vibracion. NAMASTE 🕉
ResponderBorrarGracias! Por favor suscribanse al Blog para conocer sus identidades!
ResponderBorrar