lunes, 18 de mayo de 2020

Ventanas de la Pandemia


Creo que todo aquel que reflexione y escribe, ha dicho algo sobre esta situación que no nos había tocado vivir en 100 años y en circunstancias históricas distintas. Yo no soy la excepción. He querido manifestar mis pensamientos pero me ha sido imposible hacerlo por más que me esforcé hasta que suspendí la inquisición y opté por silenciarme.
Lo primero que presentí fue a la larga, acertado.  Centrarme era el lugar ideal aunque fuerzas opuestas me jalonaban en la mente. Desde el principio la opción fue sentarme a diario al amanecer para aquietarla y conseguí hacer mi práctica de yoga puntualmente hasta el dia de hoy.
Muchas ventanas se abrieron en estos meses.
La primera me susurraba el temor que todo el ambiente rezumaba pero me sacudí a tiempo de esa pandemia de miedo que empezaba. 
La siguiente trajo una sensación de desazón, de que las cosas no olían bien, de que esto era sospechoso. Era una ventana con paisaje de niebla, con voces de rabia que me llamaban de atrás, de tiempo pasados cuando mi rebeldía se hizo tan consistente que me convertí en un ser marginal a la historia oficial, a las costumbres sociales y me refugié en el hippismo y el marxismo hasta que llegaron los vientos de la buena nueva o nueva era.
Esta nueva era que comenzó al finalizar la Era de Piscis y se conoce como la Era de Acuario donde el individuo será el protagonista de su devenir para concebirse como ser íntegro y libre con un nivel de conciencia superior al que se tuvo en siglos pasados. Esa nueva era comienza a partir de las nociones de la física cuántica, del fin del quinto sol maya en el 2012 para mencionar a tan sabios maestros del tiempo. Era de alternativas para la búsqueda de conocimiento interior a partir de la recuperación de sabidurías antiguas que se hacen exotéricas; de la búsqueda de acercar la espiritualidad a la ciencia del siglo XX para concebirnos como totalidad en el marco de una versión de la salud integral en lo físico, emocional y mental que nos constituye. Una era que puede durar un poco más de dos mil años y que marca el ciclo de la precesión de los equinoccios de 26.000 años aproximadamente. Una era dorada donde tendremos la oportunidad de salir de la oscuridad de la mitad de este ciclo en que le hemos dado la espalda al centro de la galaxia y vamos como sistema solar de nuevo hacia él. Era de oportunidades para despertar en conciencia, ese es el simbolismo del ser acuariano.
Esta ventana siempre ha estado abierta desde que comenzó mi camino espiritual consciente y nunca he dejado de asomarme a ella, porque contrario a las otras, por ella entra una luz coherente con la manera en que he resuelto las duras pruebas que la vida me ha puesto para superar.  
Sin embargo, las señales que captaba mi conciencia no parecían explicar la situación que vivíamos las naciones del planeta, al contrario, me sonaban alejadas de las circunstancias, crudas y por tanto, reales a mi modo de ver.  Por esa ventana escuché a los conspiracionistas que al oponerse al sistema lo hacen como víctimas lo cual nos mantiene bajo los condicionamientos del status quo. Los voceros de la espiritualidad moderna se regocijaban al ver el sistema tambalear pero tampoco escuchaba de su parte un razonamiento diferente al que siempre han expuesto, parecían aprovechar la situación como políticos de sus teorías. Médicos alternativos dando fórmulas, profesionales de la sicología hablando de las ventajas de la crisis y los profesores de yoga explorando formas de llegar a sus seguidores y de conseguir nuevos.
Otra ventana que hacía ruido era la de los administradores de la pandemia; a ésta le he dejado de creer. Para los noticieros que la secundan parece que no existen más aconteceres y los análisis de los periodistas y pensadores de los medios masivos no logran procesar mayor cosa frente a la saturación agobiante de la noticia oficial.
La ventana de los templos e iglesias de las religiones conocidas es una que apenas atisbé cuando el Papa Francisco habló en la Semana Santa, uno de sus miembros que logra seducirme con su verbo.  Del resto de voces ya sabía cuál sería el mensaje, su ventana de oportunidad.
A medida que cerraba una y otra ventana, mi ventana interior se expandía más…era lo esperado.  Siempre dicen los que apoyan la esperanza que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Cuando un espacio queda vacío, algo más lo ocupa…es difícil permanecer en la vacuidad a pesar de que se ha comprobado que el espacio está más vacío que lleno…! Será nuestra necesidad de sentir que podemos controlarlo todo.
Ese vacío que proporciona el silencio me fue guiando hacia pensamientos sobre la muerte.  Finalmente es la muerte a la que le tenemos miedo cuando una entidad como un virus amenaza la vida. La lectura del Mapa del Alma sobre la sicología de Carl Jung me ayudo a interiorizar la experiencia de existir y asi fui comprendiendo que la vida y la muerte son la misma cosa, son el mismo ciclo del alma que al lograr hacer ese proceso de individuación, consigue avanzar en el reconocimiento de que nuestra persona es un closet de disfraces y nuestras sombras son las que nos enseñan lo que no queremos ver. Y trascender ese ciclo de reencarnación es el fin de los apegos que nos hacen sufrir.
En la cuarentena muchos han reorganizado su hábitat, han limpiado y sacado lo que no les sirve y es asi como rescato uno de mis primeros libros* que me hicieron despertar al sentido de la meditación en mis cuarenta años y que hoy abre mi ventana actual. La que me impulsa a sentarme a escribir porque me ayuda a entender por fin, el lugar que ocupo, el que me es más cómodo para mirar el mundo sin perder mi centro, conservando la atención y el desapego frente a lo que es la vida toda, aquí, ahora y siempre.
Porque siempre habrá opiniones y generalizaciones sobre la vida; contextos sobre los cuales explicar el mundo como se cree, como se desea o como quisiéramos que fuera. Pero el mundo es una realidad cambiante y dinámica como la vida. Aprender a ver la vida tal como es, es liberador porque las emociones que tanto condicionan se van haciendo pasajeras y los pensamientos entre menos egocéntricos sean, sirven para funcionar en la vida tal como es y en entenderla tal como sucede sin afectaciones que nos lleven a distorsionarla o enmascararla.
Cuando aprendo a estar en la vida en su momento presente identificándome con la experiencia desde el sentir, con aprehensión real desde los sentidos, se facilita registrar lo que se vive a partir de la verdad de la sensación y con hábil discernimiento y sutileza se logra pasar a la comprensión.  La mirada interior es la ventana hacia el sí mismo, ese que observa y está atento a lo que siente y piensa sin perder su neutralidad. Puede ser que nos involucremos en una pauta aprendida y repetida, que nos enganchemos en una emoción ya experimentada pero cada vez será por menos tiempo. Para esto, el compromiso con la práctica es de vital importancia. Porque la meditación no es un momento como el de la oración, no es un ejercicio de concentración, tampoco es un esfuerzo por ser alguien mejor. La meditación es la ventana interior. Es la pantalla donde desfilan los pensamientos que observamos. Y los dejamos pasar. Si acaso nos reflejamos en ellos, nos detenemos para escucharnos mejor, desde el vehículo del alma que es ese cuerpo que nos habla, ese cuerpo/mente que somos todos donde llevamos las huellas de lo vivido y experimentado, de quienes somos y vamos siendo.
La práctica tiene sus fases: al principio es duro y doloroso sacudirse de los mecanismos de defensa para protegernos de nuestra propia verdad por vivir en auto engaño. Aprendiendo a reconocernos cuando juzgamos es diferente a cuando observamos las situaciones tal como son, sin apropiárnoslas. Aseveramos desde el ego encaramado en su bagaje de saberes y nos falta sensibilidad para situarnos en los pies del otro.  Poco a poco vamos siendo más específicos y logramos hilar más fino. Para ello, la práctica ha de ser consciente y exige de la atención constante. Darnos cuenta de nuestros pensamientos aprendiendo a clasificarlos puede tomar tiempo, pero es la tarea ineludible del caminante espiritual.
Hoy la pandemia se ha constituido en un gran ejercicio de meditación con la facilidad del confinamiento obligatorio. Cada ventana me ha hablado de mí misma. Caer en cuenta de esto me ayuda a aceptar la realidad tal como llega. A entender todavía más que todo pasa para que aprendamos a descubrirnos siendo, viviendo, experimentando. Este es el propósito de vivir en esta escuela que llamamos Tierra. Nuestra casa actual, con hermanos parecidos, viendo edades y desarrollos comunes como humanos.
Esta ventana es por la cual elijo mirar: cuantas veces no me he sentado frente a ella y aún sigo descubriendo nuevas visiones, nuevos paisajes?  Mi voz, inspirada, me canta al oído los sonidos del silencio que hasta ahora puedo escuchar con la claridad del medio dia de esta isla tropical.
*Con Charlotte Joko Beck, La Vida tal como Es, Enseñanzas del Zen

3 comentarios:

  1. Gracias por compartir, leyendo tu experiencia me veo y también me aclaro, paz y luz!

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  2. Querida Cris, tus ventanas me son familiares, algunas mas que otras, yo no tengo la facilidad de escribir y expresar tan bien como tu, pero quiero decirte que leer tu blog esta mañana me ha confirmado que a los que hemos meditado durante este tiempo nos ha llegado el mismo mensaje. Solo espero que seamos lo suficientemente concientes para disfrutar lo que se nos viene y que seamos los suficientes para que se sienta en el mundo nuestra vibracion. NAMASTE 🕉

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  3. Gracias! Por favor suscribanse al Blog para conocer sus identidades!

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