domingo, 23 de abril de 2023

ISLA A LA DERIVA



Cuando llegué a vivir definitivamente a esta isla hace 30 años, ya en mi mente de antropóloga estaba clara la situación socio cultural que la definía como un espacio pequeño que albergaba una aguda contradicción en su poblamiento en un corto período de tiempo de su acelerado devenir histórico. Se trataba de la dualidad paña/raizal (español/nativo) que en la mentalidad de muchos no tenía en cuenta la realidad del llamado fifty/fifty o 50/50 que alude al mestizaje ya existente de esos dos pueblos, uno nativo y otro continental proveniente de Colombia. La concreción de ese mestizaje ha continuado en tanto la población continental ha seguido arribando hasta llegar a ser mayoría hoy en día. Así mismo, la población resultante de esa mezcla lleva a lo sumo unas 5 generaciones.

Sin embargo, hoy seguimos hablando de pañas y raizales, cultivando en el cuerpo mental y emocional una brecha que sólo ha servido para dividir y menoscabar una comunidad nativa que nunca ha sido de una sola raza catalogada como una etnia afrocaribeña con ancestro inglés como las de otras islas del Gran Caribe. Una etnia que se ha mezclado con una población continental ya mestizada pero que al igual que la raizal, es producto de la colonización de toda nuestra América.

Esta conceptualización integral de la población no se ha arraigado porque ha primado la diferenciación, la resistencia, la alienación a pesar de ese mestizaje o a causa de él. Y los efectos de esa falta de apersonamiento de quiénes somos y por ende, cómo vivir con amor al territorio, ha estado causando una brecha cada vez mayor que amenaza con la supervivencia de todo un ecosistema terrestre y marino. El desorden producto de esa falta de pertenencia y los diferentes y contradictorios intereses económicos y políticos de los estamentos sociales están llevando a la isla a la deriva.

La dependencia de una industria turística como ingreso principal de la mayoría está siendo amenazada por la crisis de las aerolíneas de estos últimos meses. Pero la visión cortoplacista nos impide hacer conciencia de la raíz de los problemas que estamos enfrentando desde hace mucho y que han seguido aumentando desde los años 50. La desorientación de un modelo turístico que genera ingresos pero que afecta los recursos naturales por la carga poblacional que ya existe solo con los residentes legales e ilegales y la falta de visión de los líderes políticos y sociales de los diferentes grupos que jalonan la dinámica social, son causas determinantes de una armonía perdida que alguna vez se dice que existió.

Las condiciones de subdesarrollo están sembradas en la mentalidad de los seres que habitan la isla por la falta de una educación apropiada en valores y conocimientos, por la incapacidad de respeto de normas que ayudan a la convivencia y al cuidado del medio ambiente, atenidos a una sociedad de consumo que conduce a satisfacer hábitos creados que terminan siendo dañinos tanto al individuo como a su entorno.

Esa conciencia limitada y esa dependencia de fuera de la mayoría de recursos para subsistir nos ha vuelto apáticos para ser creadores de un buen vivir en este llamado paraíso prestándonos a ser depredados por un sistema neoliberal que nos ha alienado en nuestra misma casa. Cada vez el diálogo es más difícil, el antagonismo es mayor, nos la pasamos de queja en queja, en reclamos, en juicios hacia los demás. Nos asusta mirarnos al ombligo porque no tenemos la capacidad de autocrítica por estar tan determinados por nuestro propio ego y el de los demás, por tener un horizonte limitado por el océano y un espacio constreñido a una isla. Esta estrechez física y mental condicionada a depender de políticas de afuera y a conceptos anacrónicos sobre cómo estamos conformados como raza, etnia, o población, nos está llevando a la extinción.

El ser humano es responsable del mundo animal y vegetal. Estos se adaptan a las condiciones que nosotros les creamos pero nosotros estamos cada vez más desatinados en las conductas apropiadas para poder defender y potenciar los recursos propios hasta ahora descuidados por la dependencia de un modelo de vida insostenible convirtiéndonos en  depredadores de nuestro propio territorio.

Las crisis son oportunidades pero en un espacio contenido que no tiene opciones de escape o fuga, pueden convertirse en terreno explosivo y crear más daño que posibilidades. Mientras estemos a la deriva hay probabilidad de anclaje pero también de hundimiento y extinción.

Estos últimos años en esta isla me han llevado a reflexiones que concluyen en que los pobladores requeridos para hacerse cargo de que la isla encuentre el rumbo que necesita para sobrevivir son aquellos que defiendan la sostenibilidad con consciencia de las limitaciones de su entorno natural y de la preservación de sus recursos ya que la adaptación al medio es exitosa  cuando se crea a partir de las condiciones de un territorio que por sus características de insularidad, determinan su organización social y económica y no debería importar ni depender de modelos socioeconómicos que no son coherentes ni amigables con el territorio. ¡Como tampoco si somos pañas, raizales o miti-miti!

Lo que define al humano hoy no es su origen étnico o racial, su patria o su religión, sino su espiritualidad de conciencia planetaria, su amor y respeto al territorio que habita, lo que finamente determina el modo de vida social y económico. Es allí donde nace la cultura y es en ese escenario donde se forja la personalidad y se construyen las relaciones, la familia y la sociedad.

Ese es el proyecto de la Nueva Era de Acuario para la isla en que vivo!

San Andres Isla, Colombia



 



 

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