lunes, 8 de enero de 2024

MARCADORES DEL CAMBIO DE ERA: 2024, con el año del Dragón arranca la Era de Acuario!








Entramos en el 2024, un año que nos introduce de pleno en la Era de Acuario, una era de aire, con la energía de varios planetas transpersonales poniendo su huella en los personales para cambiarnos de adentro para afuera de una vez por todas.

Lo que no hayamos comprendido hasta hoy en cuanto al movimiento de conciencia necesario para seguir navegando en la transición de una dimensión hacia otra, lo podremos entender siempre y cuando la actitud sea de alerta y de  auto-observación y la disposición sea la de fluir en medio de las turbulentas aguas que nos separan de la conciencia de unidad como requisito para situarnos en la quinta dimensión, la del amor que nos reúne en un solo corazón.


Los marcadores de cambio de era que se han venido gestando en estas últimas décadas del siglo pasado y las de este siglo XXI son umbrales de una era que ha de durar 2.000 años y un poco más, en la que los desafíos para habitar este planeta necesitan de una alta frecuencia de vibración de cada uno, donde no caben aquellos estilos de vida que nos impiden desarrollar el humano divino al que nos catapulta esta nueva era.


Yo vengo en este camino de conciencia desde que mi yo adolescente se fue gestando y desde que mi yo maduro asumió la tarea de captar las señales con la experiencia que me han otorgado las pruebas existenciales que la vida puso en mi camino. He podido conectar con almas que al igual que yo, reconocen la magnitud de este despertar de la humanidad; almas que como yo, emergieron de los primeros ecos de cambio de era en los 60 's participando en movimientos de conciencia como lo fue el hippismo y el comunismo en América. Almas personificando estos procesos colectivos en su vida y en su entorno, siendo incomprendidas y apartadas, superando el desdén y la rebeldía propia de esos tiempos para avanzar con mayor coherencia y conciencia, fluyendo con  los designios que el destino traza y que el corazón abierto y dispuesto, puede asimilar y procesar.


Desde que el camino de la antropóloga se fusionó a la yoguini que he sido por tantos años, no he dejado de analizar y canalizar los movimientos de la energía que surgen en el colectivo y que así mismo se permean en los individuos. Este concepto de energía es uno de los primeros marcadores de cambio de era porque unificamos el cuerpo y el espíritu en una sola categoría, entendemos que la mente es tanto razón como emoción, conciencia e inconciencia, que el cuerpo físico es su manifestación, que somos íntegros en cuerpo, alma, corazón y espíritu.


La energía es hoy una palabra muy popular! Y es que los avances tecnológicos en todos los frentes de la ciencia están basados en este concepto. La percepción de la realidad a través de los cinco sentidos es elemental con respecto a lo experimentado por la energía a través de la comunicación tecnológica y digital (internet, redes sociales), al concepto del cuerpo como energía, a la percepción energética de sí mismo y de los otros.  Los avances de la bioenergética han demostrado que la naturaleza de nuestro verdadero poder estriba en cómo lo que pensamos y sentimos puede alterar nuestra biología. 

 

Otro de los marcadores definitivos en la conciencia actual es la polaridad masculino/femenino. Se refiere a esas dos energías en la que está basada la creación misma y que define nuestro género y sus cualidades. Todos sabemos que hemos estado en estos 5.000 años de historia de la humanidad, regidos por el patriarcado; pero no siempre fue así. Existen pruebas arqueológicas que demuestran la existencia de matriarcados y la diferencia de esos dos tipos de organización. El patriarcado nos trajo el enfrentamiento y la agresividad, no es casual que Marte, el dios de la guerra, sea el símbolo masculino. Venus, en cambio, es el planeta del romance, de la comprensión, de la reconciliación. En este siglo, la mujer se ha ganado un lugar en el manejo de la sociedad desde que su fuerza laboral ha servido a la sociedad en frentes adecuados para el aprovechamiento de esa energía femenina. El hombre como ser masculino está desfasado y el péndulo de la nueva era lo inclina a despertar la sensibilidad y la intuición. El abanico de transición entre lo masculino y femenino es evidente en el fenómeno de búsqueda de identidad de género.


La paz y la empatía es un garante de lo femenino. El cobijo y el apoyo sustentador de esta energía es propia de la naturaleza como lo es el concepto de la Madre Tierra o Pacha Mama que ha sido el símbolo de muchas culturas diferentes al modelo occidental opresor y colonizador donde la energía masculina se ha exacerbado llevando al planeta a los límites de sobrevivencia. La sensibilidad es energía femenina, el arte y la creatividad son del hemisferio derecho del cerebro, donde nace la intuición y se revela lo místico. Ambos hemisferios deben ser reunidos en la experiencia de ser humanos para lograr esa integración propia del nuevo ser acuariano.


En esa reunión, surge un nuevo ser. Ya no es el hombre pero tampoco es  la mujer, es el ser planetario que hoy tiene todos los colores del arco iris en la medida en que va en pos de esa unidad donde la dualidad se hace polaridad, es decir, donde no hay choque ni competencia sino reconocimiento y aceptación de los opuestos que nos conforman.


Esta visión amplificada corresponde a  una visión expandida del universo  gracias a  los descubrimientos sobre nuestra ubicación como planeta en ese universo que  se continúa expandiendo. La indiscutible realidad de la vida extraterrestre y los desfases encontrados en fechas arqueológicas predeterminadas hacen referencia a cambios en la información que conlleva a cambios en la percepción de nuestra ubicación espacio-temporal. 

La historia se está acelerando porque así es como se entra de lleno en la nueva era, con las influencias astrales de Plutón en Acuario durante los próximos 20 años y el trigono Pluton, Neptuno y Urano, cada uno en las constelaciones de Acuario, Piscis y Tauro respectivamente, enfatizando el predominio de los planetas transpersonales y estimulando movimientos de expansión de energía colectiva sobre la individual.


Estas influencias en la percepción del tiempo se están manifestando en el reconocimiento de que el presente es la única realidad, el pasado con su memoria se olvida pronto y el futuro es cada vez más incierto, algo que la época de la pandemia nos hizo caer en cuenta.


Hay ciclos históricos repitiéndose como lo es el conflicto entre Ucrania y Rusia y el de Palestina e Israel, enfrentamiento entre sus pobladores que ha distinguido toda la Era de Piscis, disputando de manera violenta el mismo territorio,  auspiciado por narrativas idealistas y propiciado por los que manejan los hilos del poder económico y geopolítico mundial para sus propios fines, conduciéndonos a un enfrentamiento de mayor escala sin que la gestión de la comunidad internacional logre un cese a ese genocidio.

El cambio climático es otra amenaza a la estabilidad de la realidad de esta tercera dimensión de conciencia determinada por el concepto del Ego. Junto con la situación de deterioro ambiental que afecta a todo el sistema de vida en el planeta, otro marcador determinante para la nueva era es la decadencia del ego o el yo. Este yo no es otra cosa que la conciencia humana en esta tercera dimensión, que se expande con la civilización grecorromana y que hoy en día, es responsable directa de la destrucción ambiental por su ambición de poder exacerbada por la codicia y el  acaparamiento, al llevar a la humanidad a un sistema global de producción y consumo que está acabando con la biodiversidad.


El ego sufre de una limitación para asumir de lleno la Nueva Era y es a causa del tema de identidad que define su condición y le da la visión de separatividad de todo lo demás.

El proceso mismo de individuación conlleva la separación del otro: para reafirmar su yo el adolescente necesita negar a sus progenitores y elige su nicho identitario. Los adultos buscan establecer relaciones con los que se sienten afines, las culturas se autodefinen en torno a identidades que van desde el territorio, la raza, la lengua y las costumbres y tradiciones. Sin embargo, esto conlleva necesaria confrontación porque esa es la finalidad del proceso de definirnos: entender y aceptar al otro como diferente y en ese proceso nos conocemos a nosotros mismos gracias a que el otro funciona como espejo.


Un ser humano de mente egoica es aquel enmarcado en las emociones básicas de placer y dolor, eligiendo el primero sobre el otro, lo cual parece sensato y básico de los mecanismos naturales de sobrevivencia.

Sin embargo, reprimir el dolor se ha vuelto un sistema bastante complejo y sofisticado. Ha implicado sellarlo con medios tan cotidianos como lo hacen los analgésicos, las sustancias alteradoras de la conciencia, las  adicciones de todo tipo, la evasión en el entretenimiento que brinda el mundo digital donde podemos horrorizarnos de los eventos dolorosos de otros pero a la vez, podemos cambiar de canal y  elegir no ver, no saber, manteniendo el estado dopado y dormido característico de la fría e insensible mente egoica.


De aquí se deriva otro patrón muy común en los individuos condicionados por la mente inferior -análoga a la mente emocional- y es el de generar juicios a partir de lo que me gusta y no me gusta; de reaccionar en base a la rama simpática del sistema nervioso central sin darse el tiempo de asimilar y reflexionar, respuesta propia de la rama parasimpática del mismo sistema; de vivir en permanente reacción, lo que genera el estrés, enfermedad de la época actual y que puede conllevar a la ansiedad, a la depresión, a los ataques de pánico.

El ser humano actual está enfermo como lo está la sociedad que ha constituido. Si despierta a su dolor, puede fácilmente elegir comportamientos suicidas, de rebelión a la opresión que vive como individuo y colectividad. Puede abusar y matar. El ser humano actual,  sea gobernante o ciudadano del común, avergüenza a la raza humana, aunque quizás tal cual como el humano de siglos atrás. Finalmente, el individuo en esta tercera dimensión está en función de su ego y así ha sido durante los últimos 5.000 años de historia.


Hoy en dia hay mucha información al respecto de la salud mental de nuestra sociedad, hay caminos de sanación que son soluciones propias que brinda la conciencia que yace en el fondo de cada ser humano y que en momentos de crisis suele despertar y empezar la búsqueda para restablecer su equilibrio tanto de mente como de cuerpo. Estas vías de sanación hoy contemplan al humano como un componente integral de su esfera física, mental y emocional que le devuelve su esencia espiritual y en ella concilia la razón de su existencia gracias a la aceptación y el reconocimiento de sus errores, de sus pruebas, de su dolor.


Sin estos procesos de sanación que tanto individuos como sociedad requieren,  no puede restablecerse el ambiente de armonía y de paz que requiere la humanidad para superar esta dimensión de conciencia del ego en la cual predomina la visión distópica de concebir la realidad como buena o mala y con la cual solo se crea separación.


La visión acertada de la realidad sólo puede concebirse como una totalidad, como una unidad inseparable de componentes que se afectan unos a otros. Este es el marcador definitivo de la nueva era. Esta filosofía ha nutrido múltiples sociedades y culturas que han batallado por la defensa de una sabiduría por mucho tiempo vedada pero recuperada hoy por la misma necesidad del ser humano de reconocer su esencia divina y en ella, el amor y la conciencia para asumir su responsabilidad con todo el planeta porque el significado de Gaia es la conciencia colectiva de la humanidad.


Aquí radica la naturaleza del cambio de era. Aquí se explica su trascendencia e importancia. De aquí se deriva una nueva visión que no debe de ser apocalíptica porque la vida en el planeta no se extingue, porque el universo continúa en expansión, porque los desafíos sólo pueden ser enfrentados cuando asumimos de nuevo ser guerreros del arco iris, guerreros de la luz.


El humano terrestre siempre ha divinizado su existencia por el puro reconocimiento de lo sagrada que es la vida y la oportunidad que brinda el disfrute de la creación y la admiración de la Naturaleza, de sus mecanismos y funciones, de las relaciones entre especies, del conocimiento que ha derivado de la observación y la experiencia. Su mayor desafío sigue siendo el respeto por el otro que supone la igualdad entre todos los seres humanos y del que se deriva el amor y su resultante, la compasión. Por eso nacemos y morimos las veces necesarias para aprender esta lección gracias a la ley de la evolución.


Para la Nueva era, la conciencia de unidad se restablece en el humano y da paso a la quinta dimensión para aquellos que realicen ese trabajo personal que no implica el aislamiento sino por el contrario, el trabajo con su propio karma, con sus relaciones con los demás y con su entorno.


Para esta época de la humanidad somos asistidos por energías divinas que están disponibles para el avance espiritual necesario porque lo material ha llegado a su punto de inflexión y es preciso restituir el equilibrio de las fuerzas que nos conforman como humanos divinos que somos en esencia. De allí, el surgimiento de sectas religiosas, de fanatismos  y de caminos espirituales antiguos y modernos que demuestran la variedad de posibles soluciones para el alma acongojada y para la alienación de la persona.


El concepto de Dios como ser antropomórfico que gobernó la pasada era de Piscis ha estado permutando a una entidad más etérica que puede ser descrita como la Fuente de todo lo existente y que de manera más aterrizada puede ser simplemente la conciencia de la Presencia que no es sino la conciencia del aquí y del ahora, un estado que se sacude de la medida del tiempo pasado/ futuro y que va de la mano con la noción recuperada en el experimento de la Pandemia del 2020, de que la vida, en general, es incierta y depende más de la fe y la confianza, que pertenecen a lo intangible y desconocido de la esfera espiritual del ser. Por el contrario, la tendencia al control y a la seguridad son actitudes de la mente egoica que le impide una concepción más integrada a los ciclos naturales pues lo artificial jamás podrá reemplazar a lo natural. La recuperación de la conciencia de unidad nos hace conscientes de que somos parte de un todo que es a la vez, la relación con el entorno natural y social y que es por último, la conciencia de Gaia.


Es este el marcador de cambio de era por excelencia. Y así como hay que entenderlo, también hay que vivirlo. De allí, los cambios en el estilo de vida hoy tan populares que comienzan con los cambios de modos de alimentación, con la actividad sana del ejercicio físico, la relajación y la meditación, con el reciclaje, con la relación amigable con otros organismos vivos, con la comunión con la naturaleza, con la medicina alternativa, etc.

El ser humano actual se debate por ganar su sustento honestamente eligiendo hacer lo que le gusta y es su pasión, creando redes de conexión y de intercambio, formando comunidades o ecoaldeas, poniendo una huella más humana en cada acto y creación.


Ante este panorama de cambio de era, que ha de expandirse por dos siglos y este es apenas el principio, podemos aprovechar la capacidad co creadora del espíritu en nosotros y proyectar sueños confiando y comprendiendo que la agudización de las fuerzas de luz y oscuridad siempre son señales inherentes al cambio y que si miramos al Universo y su palpitar, podemos asegurar que a partir de este año 2024 presenciaremos signos inequívocos de cambios de conciencia reales  pues toda crisis delata con claridad lo que se vivencia, saca a la luz lo escondido, lo putrefacto, lo que ya no sirve y debe ser transmutado.


Para unos, este cambio de era es un cambio de conciencia en el que el ego debe morir para dar cabida a la conciencia de unidad cuya directriz es ahora ese segundo cerebro, que es el corazón, entendiendo que el primer cerebro es un receptor y transmisor del campo de energía universal pero es el corazón, el centro de acción para una conciencia mayor que congrega y abraza para así sanar con el perdón y la reconciliación, las diferencias que nos han separado como individuos y pueblos.


Un mundo a partir del ejercicio del amor puede sonar utópico pero es un asunto de mirar al interior y escuchar el llamado del alma para así tomar las riendas de nuestra grandeza y de nuestro porvenir y el de las generaciones que nos sucedan.


Es un acto de connivencia que nos catapulta a esa dimensión para dejar de ser esclavos de la mente egoica sobre la cual está erigido el mundo vivido en los pasados siglos de auge y decadencia de la civilización occidental y que involucra a todo el planeta sometido a un régimen hegemónico del cual no se puede esperar nada diferente a lo que la realidad nos está manifestando todos los días. Un acto existencial en el que se viva por los fines en sí mismos y no por los medios para lograr nuestros fines: esta diferencia nos conduce a una ética donde evitando manipular y controlar a modo de la mente egoica, nos disponemos a actuar en base a lo que nos corresponde hacer y sentir en coherencia y a conciencia con nosotros mismos y con los demás y con el entorno donde nos corresponda estar.


Necesitamos volver a entender el concepto de comunidad, esa comunidad que aún guardan diversas tribus. Debemos retomar esos principios y convertirlos en realidades funcionales en la era de Acuario. Ser individuos íntegros y a la vez, ser comunidad, admitiendo y permitiendo las diferencias y agrupándonos en torno a valores operativos en la comunidad o tribu a la que pertenezcamos.


Que los jóvenes logren formar comunidades como individuos, parejas y familia.

Que volvamos a la tierra y al mar con prácticas sostenibles

Que consumamos lo que necesitemos para vivir de manera simple y respetuosa.

Que desarrollemos una relación fresca con el planeta reconociendo su valor intrínseco y extrínseco, reafirmando el paradigma de la Tierra como madre y en torno a ella, una comunidad que restablezca los valores para vivir en ella de manera armónica y equilibrada!


En ese sentido, esta nueva era es posible porque ya existe en la conciencia cósmica , en este sentido no es nueva. Lo que es nuevo es la oportunidad!


Comunidades a través de la historia de la Humanidad han sido guardianas de este saber que parte de una relación sagrada al reconocer que somos una unidad con la vida que palpita en el planeta, porque Gaia somos todos. Esta conciencia planetaria ha de crecer en este siglo. Recuperar su sacralidad es el inicio de un camino que nos lleva a posibilitar un cambio de conciencia. El reconocimiento ha de venir desde el interior del individuo para hacer parte de una comunidad donde el poder del ego sea desafiado con la fuerza del amor.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Portal del Leon 2025

Mis últimos blogs tienen relación con éste, constituyéndose en un paradigma que, gracias a los elementos astrológicos, conforma una visión...